La anatomía de Grey es tan rara como la gente


Noviembre ya...


Es curioso como las cosas se te presentan bajo el mismo fondo, pero en distintas formas…








      No soy amante de las series. De hecho, hasta hace dos años, jamás me interesé por alguna temporada de ese mundo amplio de historias que van desde la ficción, hasta la más dramáticas. Todo fue en marzo de 2013, cuando me di cuenta que entre las clases universitarias, el gimnasio y el Pole, me sobraban horas del día que antes –meses anteriores- compartía con alguien. Y como esa soledad uno la sopesa con distracción, me nació la intención de ver una serie. Para marzo de ese año elegí “Grey’s Anatomy”.  




      En suma, la Anatomía de Grey es un culebrón que el algún momento, Shonda Rhimes –la creadora de la saga- tomó la inspiración en novelas latinoamericanas. Porque tanto drama en esos episodios tiene que ser influencias de Delia Fiallo (escritora cubana). Igualito, esa historia hecha en las cuatro paredes de un hospital, me sigue encantando –porque la escritora nada que para la mano y sigue y sigue-. Pero eso sí, el día que se llegue a terminar esa vaina, Shonda Rhimes me tiene que dejar con la quijada en el piso con algo INESPERADO, porque no puede ser que la pobre Meredith Grey, murió ahogada y resucitó, sobrevivió a una bomba, salió ILESA de un avión estrellado y casi da el último suspiro cuando dio a luz y la doctora REGIA… ahí, vivita y coleando.

      Pero bueno, esta historia aún no ha terminado y mientras retomaba la temporada 11 –Válgame Dios, LA ONCE- que la estrenaron hace poquito, empecé a ver otro seriado llamado “Queer as Folk”. Para resumir: A finales del mismo año, conocí a Augusto. Él me recordaba al protagonista de esta serie –siempre se lo decía-. Tenía –o sigue teniendo- muchas características de este personaje y luego de comentárselo, busqué las temporadas y las veíamos. “Tan raros como la gente” –título en español- la descubrí cuando tenía como 15 años, mientras pasaba los canales. Lo transmitía HBO. Es una serie gay que caló mucho en ese entonces y creo que ha sido la única que más se ha conocido en el mundo de género drama homosexual.




      Lo cierto es que esta historia plasma la realidad de este mundo homosexual. La serie fue creada en el 2000 y a pesar que han trascurrido catorce años desde su estreno, las tendencias y vivencias del mundo gay siguen siendo las mismas. Y no me atrevo a decir que peor porque no es cierto. Siguen siendo iguales. Mas esto no quiere decir que no sean fuertes… Porque siempre ha existido el libertinaje, la morbosidad e incluso el amor entre los heterosexuales pero ser gay es llevar un hedonismo, una rebeldía, una perversión o algo sexual que no lo veo entre hombres y mujeres. Y creo que más allá de los paradigmas impuestos por la sociedad, la gente está consciente de ello, pero el ser humano está bajo su albedrío de aceptarlo, negarlo, probarlo, compartirlo o sencillamente, no interesarse por eso. En fin, eso es otro “brollo” y prefiero no meterme en honduras…

      Luego de ver ambas historias, me da gracia que todo en la vida se presenta bajo el mismo fondo, pero no con formas iguales. Así versa un adagio coloquial. Ambos seriados son dramáticos pero, a ver… ¿Qué tiene de malo? Eso forma parte de la vida porque hasta los más secos tienen sus intensidades en la vida. Y eso es bonito, que en la vida tengamos nuestras acuestas. Aunque pocos lo crean…




      El problema es cuando uno elige –o le gusta- en qué lío meterse. Por ejemplo a Torse le gustaría un gran amor como el de Meredith Grey y Derek Shepherd. Ese que costó tanto en consolidarse, en tomar decisiones y aceptaciones, donde todos los días de Dios, recuerdes los votos plasmados en una pequeña hoja, que puede estar enmarcada en una pared. Donde se superen las más lúgubres tragedias juntos y se compartan las mejores dichas entre los dos. Tan parecido al amor que se tiene Michael Novotny y Ben Bruckner. Pero quizás, tengo ese amor…




      Un amor lleno de confianza, del mejor bienestar, pero que por destino de la vida no me corresponde… Y entonces, uno llega a un punto de la vida que no sabe qué hacer. Porque es algo tan incomprensible como Justin Taylor que al final dejó al amor de su vida, el gran Brian Kinney, para seguir con su rumbo; con lo que le podía deparar el futuro… igualito al caso de Cristina Yang. El dicho dice “el que persevera alcanza” pero esto es relativo. Es admirable tener ese coraje de Cristina y tomar una vida nueva en otro lado, pero puedo jurar que ella nunca olvidará el gran amor de su vida, Owen Hunt. Ellos son el vivo ejemplo de un enorme sentimiento; de la mayor felicidad, pero que juntos no pueden estar. Y si no se puede, no se puede.





      También conozco muchos que se la dan de secos como Alex Karev (tan parecido a Brian Kinney). Esos que son déspotas, poco sentimentales. Pero al final, siempre terminan bajo el gusto pasional por una persona. Y eso hace que se cambie ese modo de vida tan poco afectivo y desdeñado por uno más noble y cariñoso. Yo conozco un caso por ahí…





      Creo que luego de conseguir a esa persona ideal, a todos nos encantaría que nuestra relación sea tan seria como la de Callie Torres y Arizona Robbins, que en “Queer  as Folk” me recordaban a Lindsay Peterson y Melanie Marcus. Qué curioso, en ambas series, la relación más sólida eran de lesbianas. Soy hombre y quizá esa perspectiva de las mujeres a la hora de llevar una convivencia marital se me dificulte un poco. Pero que rico sería vivir esa madurez de pareja con alguien. Tal cual como ellas.





      Como toda serie, hay personajes que te encantaría ser y otros que no quisieras. Emmett Honeycutt es como esa irreverencia, la espontaneidad en su máxima expresión… esa ruptura de lo arbitrariamente aceptado. Aquel que no le importa lo que digan los demás, mientras él se sienta bien consigo mismo. Es como siempre he dicho que debe ser Queen Latifah. Un divertidísimo papel que podría tomar como estilo de vida –pero Torse nos salió más reservado-. Y su gran amigo, Ted Schmidt. Aquel que le teme a las decisiones de la vida. El ser introvertido que muchos conocemos que le aterra quedarse solo en la vida y no hace nada por cambiar esa soledad. En ciertos puntos, me parecí mucho a Ted y eso me asusta. Al final, es un chico exitoso pero creo que se tardó mucho –¿Y como para qué perder tanto el tiempo, cierto?- En fin, esta dupla ambivalente son tan cotidianos en la vida…




      En la vida misma, tenemos gente que nos guía. Esas personas que inteligentemente saben aconsejarnos y que se preocupan. Ellos que anhelan  para nosotros lo que nunca tuvieron o las vicisitudes que pasaron y no lo desean para uno. Bueno, en Grey’s Anatomy tenemos a Richard Webber, un doctor afamado y en Queer as Folk a Debbie Novotny, una mesera. Vocaciones muy opuestas pero que al final, la calidez humana es lo que nos hace reflexionar.




      Por supuesto, hay seres que no nos duran siempre y otros que sencillamente se van de nuestras vidas. Unos que nos hacen daño, pero nos enseñan algo valioso. Otros que nos sirven de experiencia sentimental. Los que pasan a mejor vida porque nadie es eterno en el mundo. Los grandes amigos, los grandes consejeros, los fiascos, los sueños imposibles, los "crush"… en conclusión, una aglomeración de gente que pasó, pasa, y seguirán pasando por tu camino y que tal vez no los vuelvas a ver jamás pero que nunca olvidarás, bien sea por algo malo o bueno.




      Al final, que nos deja todo ese tiempo dedicado a una serie: Reflexiones. Aspiraciones. Inspiraciones. Muchas cosas… Mi vida es casi un poco de la totalidad de los personajes, pero creo que todos tenemos algo de cada uno. Somos una mezcla. Los que nos caracteriza por individual son nuestras decisiones y elecciones. No sé qué me destinará la existencia pero es tácito lo que desesperadamente –y erróneamente- quiero. Así sea en Seattle o en Pittsburgh... Pero siento que no soy el único así. Bueh…




PD: Si no tienes alguna idea de las series mencionadas, te invito a ver alguna. Son lo mismo pero no son iguales.



Torse.

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