Al rescate de Súper Torse
"Al infinito y más allá"
Yo crecí cenando arepas con diablito, mientras en
la TV "El Chavo del 8” me enseñaba que la envidia nunca es buena, “mata el alma
y la envenena”…
Creo
que la mayoría de los ciudadanos que vivimos en Caracas somos adictos a una
droga llamada Ávila. Puede comenzar el día bajo enormes nubes o con un Sol
inclemente, pero contemplar esta montaña se vuelve narcótico. Porque la
metrópoli es modesta, sin grandes edificios, muy descuidada y falto de
urbanismo para ser una capital, sin decir los males que cada vez se gana los espacio citadinos. Pero llena de
contrariedades, Caracas es una adicción complicada de dejar.
Dicha
urbe es el hogar de Súper Torse –Yo-. Soy como todos, un ser normal de una
población de cinco millones de habitantes. Con virtudes y otras no tantas.
Encaro la seriedad y amargura de un malhumorado pero los que me conocen –o los
que me llegan a conocer- rompen el umbral petulante de mi cara y se encuentran
con un niño de expresiones, de talante reflexivo y que es parco al hablar. Lleno
de miles de hábitos, tanto buenos como malos, y con gustos tan iguales o
adversativos con la gente. Todo esto conforma a Torse, un superhéroe ante los
ojos de las personas que me quieren. Sin saberlo y luego de todas mis cualidades,
soy la responsabilidad y el cuidado de mis padres pero también la voluntad, la
alegría y las ganas de vivir de mis seres queridos.
Si soy
un superhombre, eso quiere decir que soy el producto de una concepción hecha
por superhéroes –mis padres-. Entonces, tengo una súper familia, que vive en
una súper ciudad, donde habitan millones de superhéroes.
Así es. Cada uno somos el ídolo, la estrella y la
esperanza para algunas personas.
En mi
caso, no tengo que salvar el mundo ni mucho menos coserme alguna insignia en el pecho para alardear fama. Solo tengo deberes de formación académica para
catapultarme, poco a poco, en mi verdadera meta. Mientras, resguardo mi
verdadera identidad siendo instructor. Como todo superhombre, formo parte de una
Liga: “HC”, donde nos reunimos, casi siempre en mi guarida, para planificar
sensacionales ideas sobre cómo tener un mejor lugar para vivir.
Este
estilo de vida también lo veo en muchos colegas heroicos que conozco y viven en
la ciudad de Caracas. Unos estudian, otros trabajan pero todos hacemos algo…
alguito por mejorar nuestro sitio de convivencia.
Aunque
todos somos héroes, no todos obran de buena fe. En este relato estrafalario que
intenta ser un desglose de alguna historieta, falta el antagonismo cruel de los
villanos. Los archienemigos en las comiquitas, tienen la función de vencer y
llenarse de alguna supremacía tácita para prevalecer hasta el fin de los
tiempos. En comics llevados a la gran pantalla, como Superman, es igual, aunque
se busca ponerlos lo más humanamente posible, pero en esta ocasión, lo que
cambiamos es el verbo “vencer” por “matar”. Un villano como “Mojo Jojo” busca las mil y un maneras de
derrotar a Las Chicas Superpoderosas,
pero si él triunfa, ¿Por qué las dejaría vivas si en cualquier momento podrían
resurgir sus fuerzas y acabar con ese yugo enemigo? Si este animado mundo de La Ciudad de Saltadilla estuviese
dirigido a un target mayor de 18 años, entonces “Mojo Jojo” si hablaría de exterminar –por completo- a Bombón, Burbuja y Bellota.
De
algún modo, Súper Torse se encasquetó un enemigo. Y no me refiero a un afán de
“vencerme” en alguna área donde me destaque. Éste va dirigido para mayores de
edad. ¿Cómo una persona puede odiarte tanto como para querer matarte? ¿Qué estimula a
una persona a llamarte y tener el valor –o la cobardía- de decirte que muerto
estarás? ¿Por qué?
Mi
padre habla de la envidia. Eso que mucha gente te puede tener porque poseas
algo que ellos no –Y esto va mucho más allá de lo material-. Sin embargo, yo
crecí bajo la doctrina de “El Chavo del 8” diciéndome que la envidia mata el
alma y la envenena. Hay muchas cosas que tiene la gente y yo no las poseo, pero
no me desdicho por ello. Y si quiero algo, busco las maneras de tenerlo pero no
llenándome de resentimiento hacia esas personas y mucho menos aniquilando. Lo haría para estar a gusto
conmigo. Pero, ¿el hecho de matarme hará conforme a la persona que me llamó?
¿Por qué?
Lo
cierto es que Súper Torse, como el héroe, está pasando una mala racha. Porque
en su mundo, donde todo lo piensa, ha caído en un gran temor de salir por las
calles de su Caracas. La verdad, no sé qué es peor, si el hecho de que atenten
contra tu vida o que te amenacen de atentar contra ella. El trago más amargo
fue contárselo a mis seres queridos, porque es duro llevar la procesión por
dentro pero verle en los ojos de mis padres toda la preocupación y el derrumbe
de su estabilidad por meterse con su alegría de vida, es un golpe triste
marcado en mi memoria.
El día
de mi cumpleaños, escribí en una foto de Instagram:
“Mi papá siempre me dice que lo que Dios tiene destinado para uno, nadie lo
puede cambiar…” Es una máxima muy explayada pero a la vez tan cerrada. El
destino: algo tan colosal e impredecible pero que resumidamente ya todo está
escrito por Chuíto. Llena de vicisitudes que te hacen pensar u olvidar, de
seguir o emigrar, de atender o descuidar, de decidir o cambiar… Pero a la
larga, todo continúa y poco a poco se va rescatando, entre las adversidades, la
fortaleza de tu superhéroe. Ese que ante los ojos de tus seres queridos, es
indetenible. Poco a poco, como en la foto, a Súper Torse le quedan casillas por recorrer, lanzamientos que dar y pinos que tumbar... Todo será poco a poco.
“…Y si mi padre tiene razón, en ese destino ya
decretado por la fuerza divina, sólo espero estar bien.”
PD: No quiero ser el profeta que en tierras alejas
triunfa.
Cuídate.
Torse.
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