¡Felicidades! Estás lleno de fuerza


Buenas...

¿Qué es la fuerza? Poner la interrogante en Google me apareció cerca de 104 millones de resultados, explicándome que es una capacidad física de realizar algo. ¿Sólo físico? ¿De verdad?...




       ¿Alguna vez han escuchado sobre la vida de Tim Guenard? Bueno… Él es un hombre que yo llamaría como “la protagonista de una novela latinoamericana”… de esa muchacha noble y endeble que le recae un guión donde solo habla de rechazos, sufrideras, violaciones, injusticias, pérdidas y al finaaal…. encuentra el amor y es feliz. En este caso, la historia trágica dramatizada en televisión pasó en verdad: Este hombre tuvo el desprecio de sus padres. Una violenta crianza por parte del papá y cosas que uno a veces piensa que no le pueden pasar a un ser humano –Él si es un verdadero hombre de las dificultades-. ¿Y quién iba a pensar que de tantos maltratos iba a surgir un hombre filantrópico? –Bravo por él, si algún día me lee-. Les comento sobre Guenard porque es el autor de un libro llamado “Más fuerte que el odio”…

Ya va… el odio no es algo físico.

      Es más, hablando como los locos… Para mí, toda esa valentía, esas ganas de vivir y la gran voluntad que tuvo este señor para salir de esa dantesca existencia que llevaba, es la FUERZA presente con todas sus letras.

      La fuerza que posee una persona no se mide sólo en lo robusto que seas, o que tanta resistencia muscular poseas, también está en las decisiones que tomes. Les expongo este contexto:


               - Sabes que Ana Carolina está preñada…
               -¡¿QUÉ?!
               - Sí chama… y apenas cumpliendo 14 años vale…
               - ¡Qué fuerte!


      ¿Qué tiene de fuerte? No soy quién para juzgar, pero bien dura la vida que precozmente buscó Ana Carolina. Fuerte será lo que le viene; no el hecho de estar embarazada. Porque, díganme ustedes, una adolescente meterse en ese paquete de madre es rudo…


               - ¿Y lo tendrá?...


Pues ahí veremos qué tan fuerte es Ana Carolina –yo diría-.

      Todo este contexto es un preámbulo para ahora hablarles de mí. En las tres últimas publicaciones, les he anexado fotos mías. No soy un chico musculoso –como lo trata de emular la imagen de esta nota- a pesar que he estado en varios gimnasios desde los 17 años. ¡Qué cosa tan paradójica! Es para que estuviera “explotao” pero no. Siempre fui anti deportes. En el colegio, a duras penas hacía Educación Física.

      Ahora, paso más tiempo en un Gym que en mi casa –Y sigo estando flaco-. La razón es que soy instructor de baile y clases coreográficas. Así que durante la semana, entreno en uno que está en Altamira. Luego doy clases de Step en La Trinidad y termino visitando otro en La Boyera. Este segundo hogar es un mundo explayado de cosas que contaré luego pero ahora, resaltaré toda esa vitalidad con la que entra un usuario a este establecimiento. Cualquiera que sea sus anhelos físicos, necesitan esa capacidad física –y mental- por lo menos, durante las próximas dos horas. Fuerza.

      ¿Alguien se ha puesto a pensar que pasa por la mente de un hombre dedicado al culturismo cuando está entrenando? ¿Por qué el ceño fruncido y una amargura destellante en su andar? No lo sé. Será un bagaje de cosas o preocupaciones, quizás. Cuando yo observo a una persona levantando una mancuerna de 100 libras, pienso que en su mente están presentes sus preocupaciones, decepciones, malas anécdotas, inconformidades y problemas que de algún modo extraño los observa con la mirada fija en los bíceps. ¿Qué tiene eso de malo? Digo que nada. ¿Por qué? Porque sin eso no te vuelves fuerte.

      Mientras estoy entrenando o haciendo Step, yo hago una especie de catarsis con todas las cosas que suceden en mi casa. La gente dice: “Muchas personas están peores que tú”. Sí, lo sé. Pero eso no quiere decir que uno tenga que ser Tim Guenard o algún subsahariano que pase vicisitudes. Todos tenemos problemas. En mi caso, me toca lidiar con la disfuncionalidad de mi casa. Tengo una familia que no nos falta nada material pero carecemos de comunicación. Mi mamá me cuenta todas sus querellas –que al final son de la familia, y por ende, también me perjudican- y culmina diciendo: “Dime tú qué hago, ¿ah?” Y yo, en mi mundo le respondo: “¡¿DE VERDAD MAMÁ?!”. Por otro lado, mi padre afirma que JAMÁS me llevará la contraria en mis puntos de vista porque soy su hijo. Yo aún no tengo la dicha de ser papá pero creo que si estoy errado, quien más que tus seres queridos para darte un parao’ o hacerte ver otro modo de la vida –Bueh…-. Lo peor es que generalmente los problemas son entre ellos, cosa que deberían resolver ELLOS. Pero en estos casos, me ven con cara de Laura Bozzo o de Cristina. Entonces, no me basta una tesis en el lomo, unas pasantías, unos alumnos con dos muelas en cada oído, sino que también soy el cabezal de una familia que nadie me preguntó si quería serlo.

      Histéricamente acabo de escribir cosas que me preocupan y me molestan… ¿Y saben quién paga esos platos rotos? El músculo que te toque entrenar ese día. Y ese músculo que no tiene culpa alguna, cada vez se fortalece. A punta de rabias, trabajos y sacrificios… para luego mirarme en el espejo y ver que soy lo bastante fuerte para resistir eso y mucho más. Siendo todavía flaco.


Así que culmino diciéndote: ¡Felicitaciones!


PD: Eres un ser lleno de fuerza… Ahora ve y cómete el mundo que seguro la necesitarás.


Fuerza.
Torse.

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